Su promesa de rejuvenecer una economía asediada y el mercado laboral se ha visto obstaculizado por la pandemia de Covid-19. Su mayor fortaleza, que permite el desarrollo de los procesos democráticos y se basa en una amplia gama de puntos de vista antes de actuar, también ha sido criticada por su falta de voluntad para tomar decisiones difíciles.
Su rival, el Sr. Zuma, sigue siendo una espina clavada en su costado, con seguidores leales que, en julio, ayudaron a incitar algunos de los peores disturbios en Sudáfrica desde el fin del apartheid, dijeron las autoridades. Los disturbios resultaron en más de 300 víctimas y cientos de millones de dólares en daños. Muchos criticaron la respuesta de Ramaphosa como lenta y la policía y el ejército como ineficaces.
Ahora las elecciones presentan otra prueba, una que sus oponentes políticos bien podrían aprovechar si el ANC tiene un desempeño inferior.
“Esto se convertirá en munición para que ellos argumenten que él no es la persona adecuada para liderar el ANC”, dijo Chris Matlhako, segundo subsecretario general del Partido Comunista Sudafricano, socio de la alianza ANC.
Nacido y criado en Soweto, Ramaphosa aprovechó el activismo estudiantil en una carrera temprana como líder sindical, luchando contra algunas de las compañías mineras más grandes del país.
Derrotó a Zuma para convertirse en secretario general del ANC en 1991, pero luego perdió su candidatura para convertirse en vicepresidente de Mandela. Dejó la política e hizo una fortuna invirtiendo en negocios a través de los esfuerzos de empoderamiento económico de los negros destinados a corregir la desigualdad creada por el apartheid.